Por: Armando Fuentes. 

Un señor se tomó secretamente una pastilla de Viagra. Luego le dijo a su esposa: “Te voy a hacer la mujer más feliz del mundo”. “Gracias -respondió ella-. Aunque si te vas quizá te extrañe un poco”. Salvarina era mujer piadosa, muy dada a devociones. Nada sabía de las cosas mundanales; su inocencia era querúbica. Sucedió que inadvertidamente aceptó la invitación de un tal Pitorro, salaz sujeto que la llevó en su automóvil al apartado sitio llamado El Ensalivadero, a donde acuden por las noches las parejas en trance de ardimiento. El lúbrico galán le sugirió a Salvarina que se pasaran al asiento trasero del vehículo. Le dijo que desde ahí se veía mejor el paisaje, aunque la oscuridad era absoluta, y si algún coche llegaba con las luces encendidas el claxon de los demás sonaba en señal de enérgica protesta. No alargaré la historia, que de por sí es corta. Las historias como ésta siempre son muy cortas. Por primera vez conoció Salvarina algo que no había leído en los libros de monseñor Tihamér Tóth: “La joven de carácter”, “Pureza y hermosura”, etcétera. En medio del deliquio le comentó a Pitorro: “Seguramente esto es pecado”. Preguntó él. “¿Por qué lo dices?”. Respondió Salvarina: “Porque es muy sabroso”. De la ignominia a la abyección no hay más que un paso. La frase puede ser motejada de grandílocua, pero no por eso es menos verdadera. Pues bien: el paso lo acaban de dar las corcholatas de AMLO, que ahora, tras el sometimiento de Monreal, ya son cuatro en vez de tres. Al permitir que su amo les ponga bozal para que no hablen con periodistas o medios de comunicación críticos abdican de su dignidad y admiten que López les dé trato de siervos. Quien piense que esa prohibición provino del consejo de Morena merece que se le califique con un adjetivo que rima con esa palabra, “consejo”. Sólo el autócrata de la 4T puede incurrir en una acción así, propia de dictadores. Pone mordaza a sus vasallos, no sea que digan algo que le disguste. Eso atenta contra la libertad de las corcholatas. Tal cosa importa poco, pues los cuatro súbditos están entregados al soberano. Lo condenable es que la prohibición vulnera el derecho a la información consagrada por la carta constitucional, pues impide que la ciudadanía conozca la postura de los aspirantes morenistas ante los cuestionamientos de comunicadores no entregados sumisamente al régimen. Nunca se había visto en México un acto de censura así, impuesto en forma tan prepotente y acatado en modo tan servil. Consuélense, sin embargo, los cuatro embozalados: tienen permiso para que los entreviste lord Molécula. E. Bulwer-Lytton, el celebrado autor de “Los últimos días de Pompeya”, fue quien dijo aquello de “The pen is mightier than the sword”, la pluma es más poderosa que la espada. Algún travieso modificó la frase: “The penis, mightier than the sword”. La traducción es obvia. Vino a mi mente el conocido dicho cuando supe de aquel infeliz señor que sufrió un grave accidente a consecuencia del cual perdió su parte de varón. Estaba desconsolado, pero el  médico que lo atendió le dijo que su problema no era tan grande como parecía. “La ciencia médica  -le manifestó- ha hecho progresos admirables, y puedo implantarle una nueva. La de tamaño chico cuesta 20 mil pesos, la mediana 50 mil, y la grande 100 mil pesos. Usted dirá”. “Yo pediría la grande -replicó el paciente-, aunque no estoy acostumbrado a la medida, pero permítame consultar el caso con mi esposa”. Al día siguiente regresó el facultativo: “¿Cuál fue la opinión de su señora?”. Contestó, mohíno, el individuo: “Dijo que con ese dinero mejor remodelará la cocina”. FIN.

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