En Europa las ligas de futbol se despliegan bajo la lluvia y la nevisca hasta que el sol comienza a ganar la partida. Terminada la épica, sobreviene una inevitable depresión.

El pasado 10 de junio se celebró la última gesta de la temporada: la final de la UEFA Champions League. ¿Cómo ocupar los días después de la contienda?

Es posible que Europa cuente con un nuevo remedio para aliviar a los adictos a la diversión que no saben cómo entretenerse en el verano. La patria de Bergman y Strindberg, artistas que narraron el infierno de las relaciones de pareja, le ha dado un vuelco a su tradición con el primer torneo de sexo continental que pretende reunir a atletas de la libido de veinte países.

La Federación Sueca de Sexo auspicia el proyecto. Llama la atención que un país sea tan sofisticado como para darle un trato público a la vida íntima. Sin embargo, los hábitos de todas las naciones son extraños. No es éste el sitio para decidir si conviene o no desayunar arenque. Aceptemos que los suecos son distintos y que disponen de beneficios de los que nosotros carecemos. Menciono tan solo uno: en esa ordenada región del mundo hay saunas para la población entera, lo cual significa que en un momento dado todo el país puede estar desnudo.

El único problema del bienestar es que aburre a quienes lo disfrutan. Para paliar esta limitación, se planea una competencia de sexo con sede en Gotemburgo en la que diez hombres y diez mujeres podrán medirse (nunca mejor dicho). La idea es que un jurado los califique en 16 categorías. Esto último amerita un suspiro de reflexión. ¿El sexo tiene 16 movimientos? La cifra parece demasiado baja para el Kama Sutra y demasiado alta para quienes hacen el amor sin prender la luz. Por otra parte, ¿quién define lo que es agradable para el cuerpo? La sensualidad más alta puede provenir de una caricia detrás de la oreja.

Al convertir el sexo en deporte se privilegian sus posibilidades atléticas y su capacidad de romper récords. En caso de realizarse, el European Sex Championship se acercará a la pornografía (según su intimidante normativa, los participantes podrán competir “hasta seis horas en un día”).

Estamos ante un triunfo de la fisiología sobre la psicología. Aunque los organizadores buscan romper prejuicios y consideran que el coito de exhibición es liberador, transforman el deseo en avaricia. El cotejo no pretende que alguien te guste, sino que triunfes en su compañía.

El capitalismo tardío obliga a competir de manera incesante. Hasta ahora, una de las pocas reservas ajenas al escrutinio habían sido las relaciones sexuales. En ese instante de privacidad, haces lo que quieres, o más bien lo que puedes, sin compararte con nadie. Sin embargo, la vida íntima no elimina la posibilidad de que aparezcan rivales invisibles. ¿Hay algo más triste que pasar del éxtasis a este demoledor elogio: “Me encanta que seas tan tranquilo: Manuel quería hacerlo tres veces diarias”? Esas palabras, dichas para halagarte, caen como arsénico y hacen que odies a Manuel, insoportable medallista de la pasión.

Si la competencia se autoriza, los atletas de Gotemburgo demostrarán lo lejos que los demás estamos del circo carnal. El organizador, Dragan Bratych, sugiere que los aspirantes vayan practicando: “Al igual que en cualquier otro deporte, los resultados deseados en el sexo requieren de entrenamiento”. La competencia dependerá del cuerpo, digno de preparación, y no de los motivos, que derivan del capricho. El asunto es tan básico que posiblemente el trofeo consista en unos genitales con baño de oro.

¿Cómo aliviarse de esta ínfima valoración del atractivo de la especie? Recuperemos la condición humana con un pasaje de Antón Chéjov: “Lo que despertaba Masha en mí no era deseo, ni entusiasmo, ni deleite, sino una pesada aunque grata tristeza. Tal tristeza era de carácter indefinido, vaga como un sueño. Sin saber por qué, sentía lástima de mí mismo… Y cuantas más veces su belleza pasaba rauda ante mí, tanto más honda se hacía mi tristeza. ¿Acaso tenía yo celos de su belleza, lamentaba que esta muchacha no fuera mía, que no llegara a serlo nunca? ¿O intuía que su rara belleza sería pasajera, innecesaria, perecedera como todo lo terreno? ¿O era mi tristeza sencillamente el sentimiento singular que despierta en el ser humano la contemplación de la belleza auténtica?”.

Se puede competir en sexo, nunca en amor.

 

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