Las peores heridas, las más dolorosas, son las autoinflingidas.
Sin duda Marcelo Ebrard se dio un balazo en el pie. Después de tres décadas de entregar todo su ser al empeño de llegar a la presidencia, su meta se diluye como un espejismo en el desierto. El lunes su capital político se fue a la porra por una equivocación fundamental: quiso oficiar frente al altar del poder y de espaldas al ciudadano.
Con el invento o vacilada de institucionalizar la 4T con una nueva secretaría de estado, pretendió confirmar su lealtad al proyecto con la invitación a “Andy” López Beltrán para encabezarla, mostró el cobre de querer obsequiar al hijo del presidente la categoría de dinastía política.
La simpatía obtenida a través del sexenio por su eficacia en todos los encargos y su pragmatismo estratégico frente a los problemas del servicio exterior, quedó manchado por su propuesta por un error de juicio monumental.
Escuchamos a muchos sectores de la oposición decir que con Ebrard no habría problema. Él sabría salirse de la influencia del presidente para ser el autor de su propio destino, “el capitán de su nave”. Todos quedaron sorprendidos por la obsecuencia (con su significado de sumisión) de Ebrard a quien decidirá o decidió ya la candidatura de Morena.
Si la primera señal de rechazo fue de la opinión pública, el remate fue el desdén del propio “Andy” con una respuesta escrita en carta comercial de su negocio de chocolates. Esa respuesta tiene un doble punch: da por entendido que Ebrard no será el candidato y que Claudia está en el corazón de la familia López.
Salvo alguna circunstancia de fuerza mayor, las cartas están echadas para Morena y las mal llamadas “corcholatas”. El destapador tiene todo calculado y obtuvo la ayuda involuntaria de su ex compañero de mil batallas. Claudia no le entregará a su jefe la Secretaría de Bienestar, ni la de la 4T, ni siquiera la de Gobernación: Claudia le entregará el bastón del maximato si gana las elecciones.
Para la oposición será más fácil competir con la exjefa de la CDMX. La postura moderada de Ebrard era un motivo de alivio para el sector empresarial y la clase media. Ahora tendrán que poner todo su empeño en construir con los ciudadanos una alternativa atractiva para el 2024.
Asombra el poder de López Obrador para someter a sus deseos a quienes suponíamos ser políticos con carácter, trayectoria y destino. Ricardo Monreal se inmoló cuando dijo que no era nadie sin su jefe. Una actitud de abyección solo igualada por Marcelo en su primer día de campaña que, en realidad, no fue campaña sino naufragio.
La política es un juego de carambolas. Como en el billar, la oposición tendrá que actuar antes de que termine este mes para plantear su método de selección de candidatos en todo el país. Con este error, Xóchitl Gálvez entra de frente a la contienda. Su pretendida duda de participar por la CDMX o por la presidencia queda disipada.
Solo falta que el presidente se baje a la campaña para ayudar a redondear su proyecto y deje a Luisa María Alcalde de presidenta. Una jugada que no debemos descartar por lo que significa: una mujer presidenta de gran juventud, al lado de una candidata mujer. Todo dirigido con largos hilos de poder para lograr un paso suave al maximato.