Todo necio confunde valor y precio.”
Antonio Machado
En la memoria no existe un año tan desalentador en cuanto a lluvia como este 2023. La sequía se extiende por casi todo el país y a Guanajuato le está pegando duro. Hasta la primera semana de julio se espera que inicie la lluvia y sólo con porcentajes del 50% de probabilidades.
La temporada llega a partir del verano. En el campo hay una marca de estacionalidad para los agricultores, el 24 de junio (pasado mañana), día de San Juan. Pero siempre hay precipitaciones en mayo y la primera mitad de junio. En 2023 simplemente no ha llovido.
Al mirar el clima en la pantalla del satélite meteorológico se ve que en todo México no hay precipitación. No hay formación de nubes suficientes, la temperatura rompe récords y sólo una mancha roja y amarilla aparece al sur de Chiapas en el Océano Pacífico. La esperanza de que julio sea diferente está ahí y en la temporada de ciclones y huracanes.
La Conagua pronostica un año difícil mientras las presas se secan. ¿Qué hacer? Dos años seguidos de sequía ponen a temblar la agricultura, encienden las alarmas en las ciudades, y con el calentamiento global, nos mueven a que hagamos algo. Lo que diga el cielo no lo podemos cambiar a corto plazo y no es un esfuerzo local sino universal.
En cambio podemos invertir y cambiar de hábitos para darle el valor que tiene el agua para el futuro de las próximas generaciones. Como el 85% va a la agricultura, lo primero es tecnificar. La buena noticia es que México sí ha tecnificado parte de su producción agrícola. El resultado es que tenemos una balanza comercial agropecuaria positiva. Lo que exportamos nos da para comprar lo que nos hace falta y queda saldo a favor.
El segundo cambio viene en las ciudades y en la industria. Ahí tenemos que darle vueltas y más vueltas al agua. Invertir en potabilizar, invertir en cerrar fugas y cambiar nuestros hábitos de consumo. Todos lo podemos hacer. Lo hemos hecho. En León redujimos a la mitad el consumo diario por habitante de 300 a 150 litros en promedio. Un buen logro de la Sapal. Mientras en otros estados la dilapidan con tarifas de risa (menos de 10 pesos por metro cúbico), aquí sabemos que vale mucho. ¿Podemos llegar a 100 litros de consumo por habitante?
Seguro que sí.
Como ejemplo pondré a un conocido filántropo de la ciudad que cuida cada día su consumo. No porque le preocupe el recibo de Sapal sino porque no confunde el precio con el valor. Pero sólo conozco a un ciudadano que lo hace.
El agua es vida, alivio, limpieza, frescura en una fuente y verdor en campo y ciudades. No tiene precio. Los países desarrollados tienen agua y saben usarla. Cuando importamos cereales de Canadá y Estados Unidos, la verdad es que traemos agua. En México nos sobra territorio para sembrar semillas, lo que nos falta es agua. A la que tenemos le sacamos 10 veces el precio del trigo importado con arándanos, aguacates y pimientos.
Como todo, siempre valoramos más lo que falta y escasea. Llueve y olvidamos de nuevo que es urgente traer el agua de la presa de Solís, perdemos en la memoria la incompetencia federal y estatal en 3 décadas de recuperar parte del agua que le entregamos a Jalisco. Porque, aparte de ahorrar, tenemos que prever el futuro y eso requiere de inversiones a largo plazo. (Continuará)