Con qué facilidad nuestros políticos rompen la ley a la vista de todos, sin recato, sin mesura, sin vergüenza. Las andanzas campales de las corcholatas compitiendo por todo el país para agradar al supremo jefe, es un atentado contra las normas que la misma izquierda propuso: abstenerse de hacer campaña fuera de los tiempos permitidos por la ley. 

Pero lo más grave es que el presidente López Obrador dedique tiempo y recursos de todos para lanzar invenciones en contra de ciudadanos cuyo único pecado es no estar de acuerdo con él. El presidente se ha ensañado con Claudio X. González. Sin pruebas, sin razones, sin sustento alguno, lo agrede un día sí y otro también. 

Ahora que Xóchitl Gálvez está en la punta de las encuestas también la menosprecia y la ofende cuando su único agravio ha sido desplazar a todas sus “corcholatas” a base de enjundia y carisma. 

Gobernar no sólo es mandar. Los líderes también tienen un papel pedagógico, educativo. Sus palabras son escuchadas como lecciones de vida por sus seguidores. Si el ejemplo es el odio y el desprecio, el ejemplo va de casa en casa y de pueblo en pueblo envenenando la convivencia entre los mexicanos. 

Desde Luis Echeverría y José López Portillo, consumados populistas, no habíamos visto que un presidente se ensañara con ciudadanos que merecen respeto. Claudio X. González responde con decencia sin ofender la investidura presidencial. Xóchitl Gálvez irá de nueva cuenta a pedir justicia a los tribunales. Tendrán que ponerla al “amparo” de la ley porque no está bien que la traten de humillar sin fundamento.

Logró un amparo con la petición del derecho de réplica y eso la catapultó a la “precampaña” presidencial. Cada lanzamiento de López Obrador será un búmeran en contra de su equipo de corcholatas. El “fenómeno” X no para de crecer y aunque hay quienes temen se desinfle por lo rápido que asciende, los atacantes la mantendrán en boca de todo mundo. 

Ese fue el caso de los moneros de Palacio, sobre todo Rafael Barajas, “El Fisgón”, quien tuvo la peregrina idea de dibujar a Xóchitl con bilis racista. Pronto tendremos a la candidata y a sus abogados poniendo denuncias ante el INE, el Tribunal Electoral o la misma Procuraduría de los Derechos Humanos. 

A ella le vendrán bien todos los agravios, porque disminuyen a quien los hace y no a quien los recibe. Es la naturaleza humana acercarse al débil; simpatizar con quien es vejado desde la posición más alta del poder en la República. 

Decía el gran gobernante Juan José Torres Landa: si te agravian con insultos, sigue adelante; si te agreden a ti, defiéndete; si se meten con tu familia, da la vida en su defensa.

Las pasiones políticas hacen que millones de mexicanas y mexicanos vean a Xóchitl con cercanía casi familiar. Los politólogos o los sociólogos lo pueden explicar mejor, pero, por lo que vemos a nuestro alrededor, la gente está “encendida” con la hidalguense.

Los consejeros de Palacio deberían recomendar al presidente que mejor se olvidara de Claudio y de Xóchitl, simplemente porque no le conviene a él y a su candidata. Si la concentración del sábado en el Zócalo fue para celebrar 5 años de triunfo, ¿qué tenían que hacer insultos a un ciudadano sin cargo público y sin partido? ¿Qué habrá detrás de esa estrategia?  Imposible saberlo y menos comprenderlo.  

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