Cuando el peso se devalúa todos sufrimos el encarecimiento de precios porque somos un país abierto. Cuando el peso se sobrevalora, las empresas mexicanas exportadoras sufren la presión de los mercados. 

En San Pancho y Purísima no saben qué hacer, lo mismo los productores de calzado en León o los proveedores de la industria extranjera a quienes pagan en dólares. Qué decir de las familias dependientes de las remesas. Con el precio del dólar a menos de 17 pesos, la presión comienza a ser insoportable e insostenible. 

Lo que es una maravilla para quienes viajan al exterior o compran insumos importados para vender en México, es un desastre para exportadores con bajo margen. Con el “superpeso” las cadenas comerciales encuentran gangas en el exterior y dejan de comprar a nuestros fabricantes. 

Por eso lo mejor es tener un dólar equilibrado. Los analistas de los bancos creen que la sobrevaluación del peso puede ser de entre un 10 y un 15%. No hemos hecho la prueba de la Big Mac, esa que compara precios de la hamburguesa en distintos países. Según el dato del portal “statista”, la Big Mac en 2021 costaba 2.60 dólares, para marzo de este año llegó a 4.19 dólares. 

La distorsión del precio del dólar debe contenerse porque la especulación de quienes compran Cetes en México con un rendimiento del 11.5% y pagan con dólares al 6%, puede tener un desenlace ominoso. Dicen los expertos que el “carry trade” o especulación con diferenciales de tasas entre monedas, siempre termina en lágrimas. 

Cierto que el mercado es el que fija el precio del dólar pero el precio del dinero lo fija el Banco de México. Dos cosas puede hacer el Banxico para atemperar la subida del peso: comprar dólares o bajar las tasas de interés. Los empresarios prefieren que se contemple una baja en la tasa de interés. Para el propio gobierno es mejor pagar menos intereses de su abultada deuda.

Con una inflación rondando el 5%, las tasas reales son del 6% anual, un colchón grande que puede reducirse sin que se vayan capitales ni huyan ahorradores al dólar. El dato publicado ayer sobre la inflación en Estados Unidos fue una buena sorpresa porque llegó al 3% anual. La meta es el 2%. Seguro que la Reserva Federal pensará dos veces aumentar su tasa de referencia. Si Banxico baja al 10% su tasa de referencia y el peso cediera terreno para llegar a 18 ó 19 pesos por dólar, encontraríamos un mejor equilibrio para el país.

El problema es que López Obrador quiera mantener barato el dólar para decir que ha sido el único presidente que logró revaluar el peso y no devaluar como sucedió en todos los sexenios anteriores. Como hoy en Palacio todo es electoral, el argumento es válido. La angustia de que nuestra moneda valga cada día menos no tiene comparación con decir que en seis años recuperó valor. 

La revaluación del peso ayuda a disminuir la inflación. Gracias a los artículos importados a menor valor en pesos la gente puede adquirir más bienes. Si la inflación baja a menos del 5% el mes que viene, será impostergable la reducción de intereses. Cuando todo parece que va bien en la economía, hay parálisis o ralentización en la construcción. Los clientes de casas e inmuebles le dan la vuelta a hipotecas del 13% o el 15%. 

Hay que aflojar la tuerca y bajar el precio del dinero. Es urgente e importante. 

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