León necesita cambios de fondo significativos que reflejen lo que somos: una metrópoli de 1.7 millones de habitantes con muchas aspiraciones. Esos cambios deben ser de forma y de fondo. Un ejemplo sencillo es cambiar la sede del Ayuntamiento.

El viejo edificio del centro apenas puede con su alma, no porque le falte aprecio a su historia, no porque esté limitado, sino porque es parte del pasado y no del futuro. ¿Qué más se puede hacer con un Palacio Municipal de 1869?

Esto viene a cuento porque, al final, los señores Martínez del equipo León, regresaron el terreno que el gobierno de Guanajuato les había vendido para construir lo que sería un nuevo estadio. El gobernador Miguel Márquez compró un predio de 12.4 hectáreas de contado, para luego venderlo a los empresarios hidalguenses en cómodas mensualidades, todo con el propósito de facilitar la construcción de una nueva casa para la Fiera.

Vino la pandemia, vino la derrota del municipio frente a Roberto Zermeño y Héctor González, quienes se adjudicaron el estadio León en un litigio increíble (pero ese es otro tema). El gobierno apoyó de nueva cuenta a los señores Martínez con un préstamo para pagar a Zermeño y no quedarse sin lugar dónde jugar.

El terreno en un lugar llamado “Maravillas” regresó al estado cuando los dueños del León no encontraron el mercado o la posibilidad financiera de construir ese sueño. El tema es que esos 124 mil m2 son una enorme oportunidad para la ciudad. Veamos:

León necesita una presidencia municipal moderna, amplia y de fácil acceso para los ciudadanos. El actual edificio tiene más de siglo y medio desde que fue adaptado porque era un monasterio y colegio de Padres Paulinos. Ha sido modificado, adaptado y  construido para albergar a un Ayuntamiento muy distinto al que teníamos cuando la población era de unos 70 mil habitantes, una veinteava parte de lo que hoy somos.

La confluencia de la avenida Morelos y Las Torres es un punto ideal de acceso para ciudadanos y funcionarios. El Ayuntamiento puede congregar a casi todas las dependencias en un espacio moderno, ecológico y con un diseño futurista a cargo de un despacho de arquitectos y especialistas en oficinas públicas. De preferencia de elegancia sublime como el Foro Cultural.

La primera inversión está dada por el propio terreno; la obra puede financiarse a largo plazo, pagadera con la propia eficiencia futura de la instalación. Un ejemplo de lo que se puede hacer está en Querétaro. Rolando García (PAN), uno de los mejores alcaldes queretanos, cambió la sede del Ayuntamiento desde el centro histórico a un polo de desarrollo llamado “Centro Sur”. Con una visión extraordinaria construyó un edificio moderno y funcional. Eso fue hace dos décadas.

En Monterrey construyeron en la Macroplaza otro edificio que representa su tiempo histórico. Ese es parte de un cambio indispensable, el otro es la transformación de los servicios públicos hacia la digitalización total de los trámites, hacia donde apuntan todas las tendencias mundiales de gobiernos desarrollados. (Continuará)

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