Los días que faltan para la elección son suficientes para que el resultado no esté decidido como lo pregonan desde el oficialismo. Basta recordar. Vicente Fox iba abajo 20 puntos en las encuestas en el año 2000 cuando arrancaron las campañas. Al paso de los días el ánimo de los electores cambió.
Cuando Andrés Manuel López Obrador abrió la campaña en 2006, tenía una ventaja de 16 puntos sobre Felipe Calderón. Fue una sorpresa el triunfo del panista. Cuando todos imaginamos a AMLO en Los Pinos, Calderón ganó por una nariz.
Quién ganó de punta a punta fue Enrique Peña Nieto. Arrancó una campaña sólida con todo el apoyo de Televisa y la fabricación de una novela. Su matrimonio con “La Gaviota” apuntaló el resultado final.
También AMLO ganó desde el primer día en 2018. Los agravios de corrupción del sexenio priista fueron suficientes para que la tercera elección fuera la vencida del tabasqueño. Después de 5 años la popularidad del Presidente se mantiene arriba del 55%, sin embargo no podemos olvidar que inició con más del 80%.
Quien se quejara de la intromisión del gobierno de Fox en la elección del 2006, ahora aplaude sin recato a su designada; quien gritaba “chachalaca” al paisano, ahora vuelca todo el aparato estatal en apoyo de su partido. Aún así no es ni será suficiente para creer que será un día de campo para Claudia Sheinbaum. A Fox lo menospreciaron; a Calderón más. Lo que hoy marcan como fallas de Xóchitl no son temas sustanciales. El aprecio ganado desde que le impidieron entrar a Palacio sigue firme en la sociedad civil.
Una de las diferencias entre las candidatas es el carisma. La simplicidad y transparencia de alma de la hidalguense contrasta con la expresión seria y el carácter fuerte de Claudia Sheinbaum. La espontaneidad será también un arma en los debates como lo fue el “hoy, hoy, hoy” de Vicente. En 200 días se pueden escribir muchas historias.
Si el Frente Amplio por México se olvida de rodadas, toma las calles y trabaja 24 horas diarias para establecer una red multinivel de ciudadanos comprometidos, puede dar la pelea. Los cínicos, los malquerientes y los propagandistas del oficialismo dicen que nadie puede competir con la fuerza de los gobernadores de Morena, con la estructura clientelar de ese nuevo pero viejo PRI autocrático. Es falso.
Ni con Samuel García en la candidatura de Movimiento Ciudadano, ni la sumisión vergonzosa de Marcelo Ebrard sería suficiente para dar por hecho el triunfo del oficialismo. Hay una vena en el ánimo del mexicano de apoyar al débil, de compartir los sueños de quien se forjó desde la máxima adversidad. El avance de Xóchitl no se dará tampoco por generación espontánea. Requerirá una campaña inédita, intensa y compartida. En eso puede estar el triunfo, en hacer compañeros de lucha a los mejores líderes jóvenes.
La primera derrota de la oposición es caer en la narrativa del poder. Hay otras historias que pesan mucho sobre el ánimo social: la salud, la violencia, la inseguridad, las y los desaparecidos, la educación y el miedo del poderoso a regresar a las plazas. Pero sobre todo, la conciencia nacional de que una votación copiosa con la participación de la juventud puede lograr la alternancia. Ese es el mayor reto, llegar al 70% de la votación. No todo está escrito.
**Sólo votando puedes sentir tu poder**