“Siempre pondrá sus intereses, y gratificará su propio ego, por delante de cualquier otra cosa, incluyendo los intereses del país”. 

Bill Barr, 

Ex procurador general de los Estados Unidos, sobre Donald Trump. 

La frase del abogado de la nación (Estados Unidos) puede aplicarse a casi todos los autócratas de nuestro tiempo. A Vladimir Putin no le tembló la mano para enviar a una carnicería, a una guerra sin sentido a los jóvenes rusos y de paso cometer crímenes de guerra de lesa humanidad en Ucrania. 

Primero a Hugo Chávez y luego a Nicolás Maduro no les importó destruir Venezuela y el futuro de dos generaciones bajo la misma descripción de Bill Barr. Los dictadores modernos se sirven de la democracia para inventar una mitología que en un principio la gente acepta como solución a todo lo que anda mal en su país, luego vienen las consecuencias. Destruyen riqueza, empoderan a los ejércitos y acaban con instituciones. Trump quiso robar la elección, ni más ni menos. 

El caso más dramático en Latinoamérica es Cuba. Después de 64 años de dictadura, la isla tiene como únicos anuncios espectaculares las imágenes de los difuntos Fidel Castro, el Che Guevara, Camilo Cienfuegos y del nonagenario Raúl Castro. El mito del bloqueo económico y el sacrificio por la ideología comunista destruyó a un país que literalmente se cae a pedazos. 

Los autócratas son mitómanos por necesidad y representan siempre un peligro para la población. Lo más sorprendente es que este año la nación más poderosa del mundo puede caer en manos de alguien que “es más peligroso de lo que nadie puede alguna vez imaginar”, según palabras de James Mattis, exsecretario de la Defensa de EU. 

La revista The Atlantic publicó un número monográfico sobre lo que puede suceder “Si triunfa Trump”. Un compendio extenso del peligro real y presente de lo que sería el arribo al poder de quien quiso revertir el voto popular mediante la fuerza en el Capitolio hace 3 años. 

En México, la ventaja del cambio sexenal creó crisis de continuidad de buenas políticas públicas pero nos salvó de la tentación totalitaria de los presidentes, (hasta ahora). Parte de la lucha electoral de la oposición es desmitificar el discurso de odio, resentimiento y división que hemos vivido durante 5 años. La seguridad, la salud pública y el endeudamiento; la militarización creciente y la intención presidencialista de continuar con políticas de hace medio siglo son un retroceso, algo que costará mucho. Qué decir de la instalación del crimen organizado en la mitad del territorio sin ningún atajo, sin ninguna reacción del Estado. 

El problema es semejante en varios países, cómo convencer a los electores de los cuentos, las mentiras de la narración oficialista. Argentina lo descubrió cuando Javier Milei acabó con la mitología del peronismo. Le ayudó el fracaso económico del populismo patagónico que destruyó el valor de su moneda, mandó a la mitad de la población a la pobreza cuando es un país que “produce para dar de comer a diez veces sus habitantes”. 

El peligro no es Venezuela porque el país sigue a flote gracias a las políticas neoliberales impulsadas por Carlos Salinas y Ernesto Zedillo. Algo que no se dice. 

**Vota y cuidado con lo que te digan desde el poder**

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