El corazón tiene sus razones que la razón no conoce
Blas Pascal
Por qué vimos cosas distintas y personas diferentes en el debate del domingo. Los analistas dieron su opinión de las debilidades, fortalezas y las ideas del encuentro. Hablemos de dos mujeres que son importantes. Dejemos de lado la sonrisa fingida.
Vimos cosas opuestas porque algunos quieren ver solo con la fría razón, con el taladro de la inteligencia que todo lo perfora sin consideraciones. También el desprecio donde sin duda hay racismo escondido. Muchos vimos algo que no se dijo con palabras sino con formas, valga la expresión, con el corazón.
Una decía mentiras en serie y otra aportaba datos y citaba fuentes; una se aferraba al discurso de seis años y otra veía el futuro. Una fue metódica y rígida. Otra fue nerviosa, vital, iluminada en ocasiones, humana en todo. Incluso en su desprecio al poder.
¿Quién ganó? El tiempo lo dirá aunque cada quien tenga su decisión. Por lo pronto ganó la democracia. Contra todas las críticas al formato, a la medición del tiempo y a dificultades técnicas, podemos sentirnos orgullosos del INE, de la confrontación democrática, algo inexistente en Cuba, Venezuela o Nicaragua, dictaduras admiradas por Palacio. Es muestra de la democracia por la que luchamos quienes nos vestimos de rosa y anduvimos por las calles profesando nuestro amor a México, a sus instituciones y a la pluralidad indispensable para tener un país de todos y para todos.
El primer debate puso en la mesa los números de la desgracia del país, en particular la salud y la educación. Aunque faltó recuento de tantos agravios, supimos que en la CDMX la esperanza de vida bajó 9 años por la desgraciada forma en que se atendió la pandemia. En el país fueron 4, en Dinamarca menos de dos meses.
Qué decir del viejo PRIAN, que extiende sus brazos corruptos hasta las entrañas del movimiento que iba a transformar a México. Ahí están Murat, Javier Corral, el más antiguo dinosaurio, Manuel Bartlett y Layda Sansores cuyo padre fue presidente del entonces partido aplanadora. El elenco es despreciable.
El corazón nos dice que los pies descalzos y llenos de polvo de una niña indígena pudieron caminar a través de la vida hasta el primer nivel de la competencia política en México. Que a pesar de todos los defectos del régimen neoliberal, el estado le abrió la oportunidad de una educación pública de calidad en la UNAM. Dan lástima quienes se mofan de ella, quienes en una miserable misoginia la llaman “esperpento”.
La prueba del ácido es meditar: ¿a quién le puedo creer? Después de 6 años de grandes mentiras, división y promesas rotas, resulta más fácil ver y creer con el corazón. Porque los abrazos se convirtieron en 183 mil muertos por homicidio y ahora es la principal causa de muerte entre los jóvenes; porque la corrupción no solo no se acabó sino que florece en los cercanos, como floreció con Manuel Bartlett, Alfredo del Mazo, los Murat, Ignacio Ovalle.
Nada bueno hay en el alma de quien divide a los mexicanos, de quien los segmenta y exige un solo tipo de pensamiento. Llegan al grado de no ver a los “adversarios”, ni siquiera dispensar una mirada durante dos horas de debate.
El eclipse no llegó en vano.
**Vota por sentido de humanidad**