Xóchitl Gálvez está de regreso, el domingo mostró talento, perspicacia y una magnífica preparación. El debate mostró las cartas de las dos candidatas y un esquirol. Claudia Sheinbaum, ataviada como una elegante maestra de matemáticas, expuso los logros en cifras del sexenio. Pareció una respuesta al presidente, quien se había quejado del debate anterior.

Con temas demasiado abiertos y preguntas de una población poco preparada, el debate fue subiendo de tono. Podemos decir que las agresiones comenzaron desde el primer encuentro, cuando Claudia Sheinbaum jamás se dignó ver o a llamar por su nombre a Xóchitl Gálvez. Un desprecio implícito que cosecha una respuesta contundente en el segundo encuentro.

De ser Claudia, en voz de Xóchitl, pasó a ser la “candidata de las mentiras, la mentirosa serial, la narcocandidata”. Las ideas dejaron paso a los ataques y ahí es donde siempre lleva la desventaja quien representa al oficialismo. Todo lo que anda mal en el país debe ser responsabilidad de quienes gobiernan y no del pasado. Es la dialéctica de la democracia. La tesis la plantea el gobernante, la antítesis la establece la oposición.

Xóchitl enfocó sus baterías a la extorsión que sufren los productores y comerciantes. En sus giras ha sido uno de los mayores reclamos. Los precios suben porque llevan el impuesto del crimen organizado. Al final lo pagan los consumidores. Quienes trabajan están a merced de quienes tienen armas para quitarles parte de su esfuerzo. Mientras eso sucede, los tres niveles de gobierno desaparecen, se esfuman entre la bruma y la oscuridad de la violencia.

El comentario generalizado: fue un triunfo de Xóchitl. Pone el marcador 1-1. El tercer y último debate vendrá aún más caldeado, mucho más incendiario porque incluirá el tema de seguridad. Es el tema más controvertido, el que llega a lo más profundo de muchos estados sin gobierno, de muchas zonas perdidas. Hay un desasosiego nacional. Salvo algunas entidades, el país vive sus peores días de violencia.

Para los fanáticos de sus candidatas, no estuvo mal la feria de agravios, de acusaciones e insultos. “Corrupta, candidata del PRIAN” decía Claudia; “Candidata de las mentiras, mentirosa serial y narcocandidata” fueron los epítetos de Xóchitl. Nada edificante, pero descriptivo de lo que sucede en las redes sociales.

Si nos fijamos bien, veremos que la política desciende, se llena de lodo y pierde categoría. Sin cortesía, sin educación y con cierta saña, las candidatas no mostraron lo mejor de ellas. Aunque hubo chispazos de talento y preparación en las propuestas, la discordia, como siempre, fue la noticia. “Se dieron con todo”, dicen los encabezados en los periódicos.

Hemos repetido en varias ocasiones que la elección no está decidida porque hay una franja gris de indecisos que pueden llevar a la oposición al poder. Sucedió en la elección del 2000 y la del 2006. Luego se repitió en el 2021 en la CDMX.

Si pudiera hacer una pregunta, tendría una muy sencilla: ¿cómo piensan restaurar la unidad y la armonía nacional? El país no puede ser víctima del encono de nuestros gobernantes. Esa violencia verbal puede convertirse en agresiones físicas, en zafarranchos durante la votación, en heridas difíciles de curar si permanece la división y el odio.

La herencia de este sexenio es la provocación y el agravio a la mitad de los ciudadanos desde Palacio. Necesitamos una presidenta de y para todos los mexicanos. El país pide armonía, diálogo y serenidad. No creemos que el futuro sea promisorio a gritos y sombrerazos.

 

**Vota sin gritos, vota en paz**

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