(Primera parte)

“Después reflexioné que todas las cosas que suceden a uno suceden precisamente, precisamente ahora. Siglos de siglos y solo en el presente ocurren los hechos…”.

Jorge Luis Borges

El presente no es como antes, esa es una verdad. Primero porque el antes no lo tenemos y el futuro no está. Fue San Agustín de Hipona quien reflexionó sobre este tema en sus “Confesiones”. Si no tenemos memoria y no podemos anticipar, sería imposible tener conciencia del tiempo. 

A 46 años del nacimiento de este periódico, los caminos vuelven a bifurcarse. En 1978 surgía un país con ansia de democracia, en pleno auge petrolero y con la memoria de la gran crisis de 1976, el final del sexenio de Luis Echeverría. Entonces los ciudadanos éramos rehenes de un sistema presidencialista autoritario. Los primeros brotes de libertad con el periódico Excélsior habían sido podados por el régimen duro y represor. 

Nacía Proceso, de Julio Scherer García, la revista que abrió brecha; el Norte de Monterrey se distinguía por su ejercicio periodístico abierto, plural y contestatario. En España la libertad florecía con el nacimiento de El País y la revista crítica Cambio16. Queríamos un futuro donde el ejercicio del periodismo y la libertad de prensa fueran una realidad cotidiana. 

Pero había muchas amarras, lazos que usaba el PRI para mantener a raya cualquier disidencia. El papel solo se podía comprar a PIPSA, la empresa de gobierno que tenía una espada afilada de cuotas y escasez para quienes les gustaba la libertad plena. La radio y la TV eran concesiones otorgadas con la implícita orden de respetar al “régimen”. 

Hoy la tentación totalitaria regresa, como camino directo al pasado que vivimos con la concentración del poder en una sola persona; con libertades limitadas por la amenaza a medios, periodistas y comunicadores de redes. Es trayecto donde sólo hay dos caminos posibles: la democracia o la autocracia. 

Los intelectuales del país lo notaron desde hace tiempo y deciden unirse para luchar por aquello que tantos hemos querido durante más de cuatro décadas: una democracia fuerte, un país abierto a la diversidad en todo sentido; una nación de leyes e instituciones. Vemos esa vena totalitaria que sufrimos hasta que llegó la alternancia en el 2000. Si, como dice San Agustín, no queremos tener memoria y no anticipamos lo que viene al repetir la fallida política del presente, nuestro futuro puede ser peor que el pasado. Lo vemos en la violencia, en el desperdicio de recursos públicos, en la corrupción rampante, en la exclusión del adversario y en el dogmatismo rancio de la vieja izquierda. 

Por fortuna la inteligencia nacional comprende la encrucijada del 2 de junio. Saben quienes saben,  que no es un trámite porque eso era en la época del PRI, cuando las elecciones se ganaban de antemano, cuando Manuel Bartlett llenaba las urnas de boletas cruzadas por su partido en Guanajuato. Eso está documentado en las páginas de este periódico con fecha del 7 de julio de 1988. 

Si alguien tiene duda de que la libertad vuelve a estar en peligro, sólo hay que ver un trozo de la mañanera donde el presidente López Obrador amenaza a Televisa porque no le gustó que denunciara las trapacerías de Rocío Nahle. Qué decir de los agravios a todo aquel que piensa distinto, tildándolo de traidor. El camino llega a una bifurcación. Tenemos que tomar el correcto, el del presente, que sólo hay uno. (Continuará)

**Sólo te puedes equivocar si no votas**

 

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