Los norteamericanos nadan en petróleo desde que se pusieron a explotar Texas y Nuevo México. El boom comenzó gracias a las técnicas de “fracking” o “fracturación hidráulica”. En 2014 obtuvieron un millón de barriles diarios. En 2024 llegaron a 6 millones según el reporte de la Administración de la Información de Energía (EIA por sus siglas en inglés).
Texas se ha convertido en una potencia económica mundial. Produce más petróleo que la suma de Irán y Venezuela o el equivalente a cuatro veces lo que produce Pemex. La empresa paraestatal anunció que su extracción cayó a 1.5 millones de barriles diarios. La cifra más baja en cuatro décadas.
Es una tragedia que dependamos del petróleo y el gas norteamericano cuando en el país tenemos reservas explotables en los estados del norte, los vecinos con Texas. En el mapa de producción de la EIA se ve desde la frontera que del lado norteamericano extraen petróleo y gas mientras en México está el mismo desierto y no sacamos nada.
Los grupos ambientalistas del vecino país se quejan de que el fracking contamina los acuíferos y produce microtemblores por la inyección de agua. El pragmatismo de los vecinos: el petróleo debe extraerse ahora, cuando tiene mucho valor económico y geopolítico. En pocos años las energías renovables lo sustituirán y su precio será menor. No hay que dejarlo ahí.
En México decimos no al fracking porque así se les antoja a los ambientalistas, al igual que el presidente dice que los aerogeneradores afectan el paisaje (lo dijo en la Rumorosa). Mientras los ecologistas imaginan tragedias inexistentes, el poderío económico de Texas crece. Hoy es el estado más próspero de EEUU. No sólo por el petróleo sino por la enorme inversión que también han realizado en aerogeneradores y en energías limpias.
Parte de los beneficios del fracking se irán a la investigación y desarrollo de energías limpias, producción de baterías de alta densidad e inevitablemente a otras industrias de punta como la Inteligencia Artificial.
Mientras eso sucede, aquí cada día dependemos más de la importación de gasolina y gas. Nuestra balanza energética es deficitaria y a Pemex lo tendremos que rescatar con deuda soberana, es decir, con más impuestos. Somos víctimas de nuestros prejuicios y no tenemos una buena balanza económica. Es mucho más grave la dependencia energética que abrir los campos al fracking.
Al igual que la tontería de prohibir el glifosato -el herbicida que nos ayuda a elevar la producción agrícola-, la prohibición de no explorar y explotar lo que tenemos en el subsuelo, impedirá el rescate de Pemex.
Si México pudiera producir un millón de barriles diarios más de sus reservas, tendríamos el dinero para pagar la deuda y no hacer otro agujero al presupuesto federal. Lo ideal sería que fueran particulares los que arriesguen la inversión para no tener que pedir más deuda. Eso llevará tiempo. La reforma de Peña Nieto abrió esa posibilidad, pero el “soberanismo” trasnochado de la actual administración lo único que ha logrado es que dependamos más de Estados Unidos. Sin las importaciones, el país se colapsaría. Eso sería el apocalipsis económico.
Si seguimos con los dogmas patrioteros del pasado pronto no tendremos petróleo siquiera para alimentar Dos Bocas.
Por cierto, cuándo liberará el gobierno a Tuxtla Gutiérrez de los disque maestros de la CNTE. Tienen a la capital de Chiapas sin gasolina, secuestrada y paralizada. Vaya gobierno inútil tenemos.
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