La participación de los ciudadanos en la elección puede marcar un camino de continuidad en la política nacional. Más de la 4T con 6 años de repetición del encono, la división y la falta de respeto a la diversidad y la pluralidad de los mexicanos. 

Quienes piensan que el modelo podrá prevalecer durante más tiempo se equivocan. A pesar del volumen de votos a favor de Morena, las condiciones económicas, sociales y de seguridad pública que recibirá la nueva administración nos dicen que mucho debe cambiar. 

Empresarios preguntaban si el liderazgo del presidente López Obrador podría extenderse en una especie de maximato. Que siguiera mandando.  Algo que los críticos del mandatario temen. La historia nos dice que el poder de una presidenta no se puede ni se debe compartir. 

La gran diferencia entre el mandatario entrante y el saliente es la chequera. Así de simple. Claudia Sheinbaum tendrá el día primero de octubre el presupuesto en sus manos, el control de su fracción en el Congreso y el mando sobre las Fuerzas Armadas y la Guardia Nacional. 

López Obrador no contará con mañaneras, ni con el poder de nombrar a los funcionarios del gabinete. Eso lo sabe él y por más que Claudia le deba la candidatura y el apoyo moral y económico en la campaña, ella tendrá la banda presidencial y querrá que su “segundo piso” no se parezca al modelo anterior, a la arquitectura política para el futuro. 

Los retos heredados son enormes: seguridad pública, salud, pensiones, deuda pública y cohesión social son los principales pero hay más: crisis con los grupos de interés como el CNTE; relación institucional con el Poder Judicial; las relaciones con Estados Unidos y, sobre todo, la enorme corrupción a lo largo y ancho del país. 

Los de largo plazo como la educación, la infraestructura de vías terrestres, la eléctrica, la migración y  el crecimiento económico son temas para las nuevas generaciones. Qué decir de las energías renovables requeridas para la revolución de la Inteligencia Artificial. 

México tiene que reinventarse y mantener sus valores democráticos, sus instituciones que deben perfeccionarse pero no derrumbarse para obtener un modelo autoritario. Esperamos ese mismo cambio en la oposición, sobre todo en el movimiento civil llamado “Marea Rosa”. 

Los ciudadanos que se reunieron alrededor del proyecto de Xóchitl Gálvez pueden capitalizar su movimiento en un nuevo partido con un diseño distinto al del PAN, PRI y PRD. 

Para esa marea hay una gran oportunidad. Un partido no sólo de oposición, sino de vida democrática interna. Un partido que tenga elecciones primarias, que tenga un diseño institucional que sea ejemplo. Mientras Morena seguirá siendo un partido presidencialista, sin estructura y con los valores del rancio PRI, la marea rosa comprenderá que puede y debe desprenderse de los viejos partidos. 

La lucha sigue: hay que respaldar a las instituciones, hay que hacer frente a la andanada que viene contra ellas. Si algo valió la pena de esta elección fue la prevalencia ciudadana del Instituto Nacional Electoral (INE). El “plan C” de Claudia contempla desmantelar la institución que nos dio certeza en el valor de nuestro voto. 

Podemos ser optimistas por varias razones: hay una ciudadanía de clase media consciente y participativa. Con el tiempo los programas sociales no podrán ser catalogados como dádiva del oficialismo. Varios estados y las grandes ciudades gobernadas por la oposición son faros que rompen la oscuridad de la hegemonía de un solo partido. 

Esta es una nueva historia, no hay duda.

Leave a comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *