La derrota de Miguel Márquez como candidato a una senaduría por Guanajuato contrasta con el triunfo de Libia García en la gubernatura. El triunfo de Claudia Sheinbaum sobre Xóchitl Gálvez en el estado se aparta del triunfo de Ricardo Anaya sobre Andrés Manuel López Obrador hace seis años. ¿Qué sucedió?
Es simple, toda la fuerza de la campaña panista fue para Libia y olímpicamente el blanquiazul se olvidó de Xóchitl Gálvez. La fuerza del PAN tampoco fue suficiente para contrarrestar a Ricardo Sheffield quien, vaya sorpresa, derrotó al exgobernador.
Cuando creía el PAN que Yucatán estaba seguro, lo perdieron por 10 puntos; cuando Santiago Taboada anunciaba “su triunfo” en la CDMX, le creímos. Lejos estaban los números de su dicho. Clara Brugada le sacó dos dígitos. ¿Qué pasó? Las especulaciones abundan. Si damos una respuesta simplona pero real, es que el PAN está en crisis. De no reinventarse en los próximos años, podría perder relevancia nacional si no es que ya la perdió.
Celaya se les fue de las manos por la inseguridad, por el hartazgo de los ciudadanos de ver cómo se hundía la ciudad en la anarquía y la violencia. La puntilla fue el homicidio de la candidata de Morena, la joven Gisela Gaytán. Fue demasiado.
La distancia entre Libia García y Alma Alcaraz fue de 11 puntos, no tantos si vemos la tradicional ventaja de otras elecciones de gobernador y si el PAN no alcanza mayoría en el Congreso Local, enfrentará el peso de la fuerza renovada de Morena. Para la primera mujer gobernadora del estado la prueba será doble: restablecer la paz y el crecimiento, además de reconstruir lo que queda de su partido que debió recurrir al gasto social directo para sostener su ventaja.
Guanajuato se mantuvo del lado azul pero no será por mucho tiempo si no hay cambios sustantivos en el gobierno y en el partido. El PAN tiene que regresar a sus raíces democráticas y dejar de operar como un club privado, un espacio limitado a la burocracia que se recicla en cada elección. Son los mismos que vienen y van, sin elecciones primarias de participación abierta. El PAN aprendió a ser el PRI, con un centro de decisiones único encabezado por el gobernador, con acarreos masivos y un gasto excesivo en campañas para defender el poder. Lo del buen gobierno lo dejaron para otro día.
Lo mejor sería replantear su organización interna. Abrir las puertas de inmediato a la militancia, atraer jóvenes y convertirlos en actores políticos de verdad. El PRI se acabó. Cumplió su ciclo de vida de cien años. Morena es el nuevo PRI y sumará a antiguos opositores como lo hizo con el ex gobernador Javier Corral; dará más puestos para desbaratar a la oposición. Es un mercado de compradores para quienes tendrán el mando en el 80% del territorio nacional.
¿Por miedo, por sentido de conservación el blanquiazul se podrá reinventar en Guanajuato? Lo veremos pronto. Si Libia vuelve a la insana costumbre de repartir puestos entre los mismos de siempre, si cree que puede gobernar y lograr un “nuevo comienzo” con la misma baraja, puede perder el congreso en la próxima elección y la gubernatura en 6 años. Flaco favor para la democracia mexicana y abono al antiguo régimen presidencialista, centralista y autoritario que pretende construir el presidente López Obrador en sus últimos meses de gobierno.