Generalizar sobre la guerra es como generalizar sobre la paz. Casi todo es cierto. Casi nada es cierto. En el fondo, quizá, la guerra no es más que otro nombre de la muerte, y, sin embargo, cualquier soldado te contará, si cuenta la verdad, que la cercanía de la muerte conlleva una correspondiente cercanía de la vida.

Escrita sobre su experiencia en la guerra de Vietnam, O’Brien pule este ejemplar de cuentos o novela fragmentada a lo largo de dos décadas. Publicado en 1990 bajo el nombre en inglés The things they carried, cuya profunda polisemia se pierde en la floja traducción al castellano, es por muchos considerado su libro más sobresaliente. 

Aún para quienes nacimos en los 70’s y sufrimos una buena dosis de literatura y filmografía alrededor de esta guerra, la lectura de estas historias no deja de ser conmovedora. O’Brien sublima sus memorias en un laboratorio de escritura del cual no oculta sus mecanismos: Tomas el material donde lo encuentras, que es en tu vida, en la intersección del pasado y el presente. El tráfico de la memoria se mete en una especie de rotonda en tu cabeza, donde permanece moviéndose en círculo durante un tiempo, pero la imaginación no tarda en intervenir y el tráfico se funde con ella y se dispara hacia abajo por mil calles distintas. Como escritor, todo lo que puedes hacer es elegir una calle y viajar por ella, expresando las cosas a medida que van llegando. Ésa es la auténtica obsesión. Todas esas historias.

Sus relatos transitan, como nos enseñó Erich María Remarque, a través de los soldados, sus vidas y maneras de enfrentar el sinsentido de la guerra. 

Como un terrible incendio forestal, como el cáncer bajo el microscopio, cualquier batalla o incursión de bombardeo o descarga de artillería tiene la pureza estética de la indiferencia moral absoluta “una belleza poderosa, implacable”, y una auténtica historia de guerra te contará la verdad sobre esto, aunque la verdad sea horrible.

Si consideramos que la literatura es decantación y depuración, las dos décadas que separan la experiencia de su redacción bien valieron la pena. La aparente sencillez del estilo no demerita la profundidad que alcanzan las reflexiones de O’Brien sobre el sentido de la narrativa. 

La guerra ocurrió hace media vida, y sin embargo el recordar la convierte en algo actual. Y a veces el recuerdo se plasmará en una historia que lo eternizará. Para eso son las historias. Las historias son para unir el pasado con el futuro. Las historias son para altas horas de la noche, cuando no puedes acordarte cómo pasaste de donde estabas a donde estás. Las historias son para la eternidad, para cuando el recuerdo ha sido borrado, para cuando no queda nada que recordar salvo la historia.

 

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