El caricaturista Rius (Eduardo del Río) publicó en los sesentas su primer hit editorial de cómics llamado “Los Supermachos”. Era una crítica sensacional a la política de la época. Los lectores  de cómics tenían  opciones muy populares, estaba Chanoc (cachorro de mar), un héroe guapo que resolvía todo auxiliado por un viejo simpático llamado Tsekub Baloyán y dos primitivos personajes llamados Puk y Suk avecindados en la mítica Ixtac, en el Golfo de México.

Teníamos también las historietas de Kalimán, “El hombre increíble”, ayudado de su fiel escudero Solín. Las más populares eran las novelas gráficas de Yolanda Vargas Dulché, como “Memín Pinguín” y “Lágrimas y Risas”. Cómics blancos que vendían millones de ejemplares.

La revista que cambió las cosas fue “Los Supermachos”, una aguda crítica social y política  con personajes inolvidables en un pueblo llamado “San Garabato de las Tunas”. Calzonzin inspector, era un ingenioso hombre vestido con una cobija que llevaba un enchufe, como si fuera eléctrica. El presidente municipal era, “Perpetuo del Rosal”.  Un  ciudadano agudo, como corifeo, “Chon Prieto”, acostumbraba libar pulque metido en una barrica. Rius trajo la política a las caricaturas en 1965.

Con el tiempo se convirtieron de colección por su aguda sátira y su crítica mordaz. En esa época comenzamos a disfrutar la ironía política y la libertad de la crítica al sistema a través de risotadas casi clandestinas. Al gobierno autoritario de Gustavo Díaz Ordaz no le vino bien la publicación y trató de censurarla aunque no había razón legal para hacerlo.

Rius tuvo un conflicto con la editorial que publicaba “Los Supermachos” y perdió el nombre y los derechos. Era una clara agresión del sistema. Las publicaciones de Rius florecían justo meses antes del 2 de octubre de 1968, con las protestas  pacíficas de la UNAM seguidas del crimen de Luis Echeverría y Gustavo Díaz Ordaz en Tlaltelolco.

El crítico cartonista no tardó en publicar otro cómic con el nombre de “Los Agachados”, que retrataba la sumisión del pueblo mexicano al poder. Por asociación de ideas hay una regresión de medio siglo porque queda grabado en la memoria el término “Los Agachados”.

Hoy lo vivimos, como en el viejo sistema, con el rector de la UNAM, quien deshonra a la institución agachándose frente al poder ejecutivo al desdeñar el magnífico estudio legal que realizó el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la propia Universidad que critica las 20 reformas que quiere imponer el “tlatoani” de Macuspana (San Garabato).

Qué decir de la zalamería del presidente del Consejo Coordinador Empresarial, Francisco Cervantes, quien casi se arrodilla frente a la nueva “tlatoani”, en lugar de tener una postura digna frente al atropello que viene a la república democrática que somos. Si el rector de la UNAM no sabe lo que representa la autonomía universitaria tendrá su lugar en la opinión pública como un cobarde.

De los presidentes que hemos tenido, ninguno se parece tanto a don Perpetuo del Rosal como López Obrador. Primero porque tiene pulsiones totalitarias, es mañoso y quiere  seguir mandando con una sed  de venganza inigualable. Rius era marxista moderado  en los sesenta, cuando estaba proscrito el Partido Comunista y López Obrador militaba en el PRI.

Sabemos que Instagram, TikTok y otras redes son el equivalente de entretenimiento que tuvimos generaciones atrás con los cómics, pero tal vez, nos encontremos con la oportunidad de regresar a los cómics políticos, al igual que en Japón y en Asia se multiplican las “mangas”. Podrían ser demoledores.

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