La verdad salió el lunes por la mañana cuando la prensa norteamericana informó que a Kamala Harris le habían llegado 81 millones de dólares el domingo para su campaña. Un récord si tomamos en cuenta que Biden aventó la toalla después del mediodía. El lunes a mediodía Kamala recibió otros 40 millones. 

La sorpresa es que unos 880 mil donantes individuales abrieron la cartera en apoyo a la vicepresidenta. 

A Biden lo doblaron cuando los votantes y los comités del Partido Demócrata le levantaron la canasta. Después del debate fatal con Trump, el ánimo se apagó. Más allá de las recomendaciones de colegas y amigos de retirarse, el golpe fue que no tendría dinero para competir. Comprendió que estaba acabado. 

En Estados Unidos hay una democracia monetizada. Según la organización “USA Facts”, la campaña presidencial de 2024 costará unos 10 mil millones de dólares entre los dos partidos. Los ciudadanos y los grupos de interés participan y votan con su dinero.  

Un ejemplo sencillo es la participación de una asociación de mujeres afroamericanas llamada “Win With Black Woman” ( Gana Con Mujeres Negras) que donó 1.6 millones en un día para Kamala. Cierto que los grandes empresarios presionan con aportaciones multimillonarias pero los ciudadanos, en lo individual, donan con gusto por su candidato y partido. 

Esto es una buena lección para la oposición en México. Cuestión de recordar. El PRI duró 70 años en el poder porque tenía a su disposición todos los presupuestos, el federal, los estatales y municipales, aparte del dinero de las paraestatales y sus sindicatos. El PAN y los otros partidos apenas tenían para pagar la renta de sus oficinas. 

Si revisamos la pasada elección presidencial del 2 de junio, Morena arrasó porque tuvo a su disposición cientos o miles de millones de pesos para la campaña.  Además de apoyos en programas  sociales (electorales) por unos 360 mil millones de pesos.  

Fue una ingenuidad pensar que Xóchitl Gálvez podría vencer en una campaña totalmente desigual. En una elección de estado. El PAN y el PRI le regateaban unos cuantos millones y, como ejemplo, el PAN le negó apoyo por pura mezquindad. El resultado fue un retroceso que le costó la mayoría en el Congreso y casi la gubernatura. 

Para fortuna del blanquiazul, Diego Sinhue sacó el colmillo y la cartera del presupuesto y con las tarjetas rosa compensó un poco el diluvio de apoyos federales. Sabemos que eso iba en contra de los principios y valores de Acción Nacional. Apoyos, acarreos, tortas y lonches eran criticados por ese partido hasta que descubrió que su existencia dependía de actuar con pragmatismo.  

El problema es que el uso de los fondos públicos en corruptelas y desvíos para campañas, rompe con la mentirosa promesa de luchar contra la corrupción. Un funcionario que pasa la charola entre contratistas del gobierno con el pretexto de “apoyar al partido” puede sacar otro tanto para él. Todo se pudre. 

El crimen organizado tiene controlados  a muchos gobernadores y alcaldes a quienes les ha entregado plata en lugar de plomo. Quienes no pactan tienen el riesgo de morir como fue el terrible destino de Milton Morales Figueroa, uno de los brazos fuertes de Omar García Harfuch

Regresamos a la elección de Estado. La oposición tiene que comprender que se necesitan recursos para competir. (Continuará)

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