No saque su gorro de aluminio, estimado lector, puesto que la teoría del “internet muerto” (otrora considerada como conspiranoia) cada vez se vuelve más factible. Esta teoría postula que una gran parte de la actividad en la red es generada por bots, en vez de seres humanos. Estos programas automatizados o generados por inteligencia artificial no solo crean contenido y comentarios en redes sociales o foros, sino que ya tienen capacidades de influir en la percepción del público y las interacciones en línea.

Es notorio que los bots se vuelven cada vez más sofisticados y su presencia es cada día más masiva logrando superar métodos de autenticación, lo que representa un verdadero desafío para la originalidad e integridad de la información en internet. Lo que parece una vibrante y activa participación humana en línea, realmente es una ilusión creada por la automatización.

Entonces, bajo esta teoría, si una parte significativa de la actividad en línea es generada por bots o elementos de inteligencia artificial, eso plantea una serie de preocupaciones en diversos campos y la salud no es la excepción, especialmente en la investigación científica en este ramo.

Si hablamos de recolección de datos y tenemos bots participando en encuestas, estudios clínicos o compilación de información en línea, la integridad de estos datos estaría comprometida. Los datos falsos o manipulados pueden llevar a conclusiones incorrectas, con un impacto perjudicial en decisiones de políticas de salud, asignación de recursos o práctica clínica asistencial.

De igual manera, los bots podrían afectar el proceso fundamental de revisión por pares, ya sea por el envío de comentarios automatizados o incluso la generación de artículos científicos falsos, impactando directamente en la credibilidad de revistas científicas y en la confianza de los resultados publicados. Esto es importante, puesto que podríamos tener más frecuentemente fuentes de desinformación sobre temas de salud en redes sociales u otras plataformas en línea, con influencia en la opinión pública y decisiones de los pacientes, llevando a la adopción de prácticas médicas que no estén basadas en evidencia y al rechazo de tratamientos ciertamente efectivos, afectando negativamente la salud pública.

Por último, la automatización puede llevar a la redundancia y repetición de temas, con la generación de artículos que repitan investigaciones anteriores sin aportar novedades significativas. Aunque aumente la literatura, se generan estudios reiterativos que dificultan la identificación de investigaciones realmente innovadoras y útiles.

El impacto de lo comentado anteriormente puede ser mayúsculo y por lo tanto, es necesaria su detección y mitigación. Si bien existen métodos para detectar bots, estos suelen ser únicamente estadísticos y no siempre aplicables fuera de entornos simulados o controlados. Por ello, combinar métodos manuales con los estadísticos podría ofrecer una fórmula más robusta para identificar y combatir la influencia de los bots. De la misma manera, hay que entender que una dependencia excesiva de herramientas automatizadas para recopilar y analizar datos vuelve a la investigación vulnerable a manipulaciones, por lo que la necesidad de equilibrio entre tecnología y supervisión humana es fundamental para mantener la calidad e integridad de las investigaciones.

La participación creciente de bots en el ámbito de las ciencias, específicamente en la investigación en salud, es una amenaza real. La integridad de los datos, la credibilidad de las publicaciones científicas y la propagación de desinformación nos vuelven harto vulnerables. Abordar estos desafíos requerirá un enfoque multifacético para crear estándares universales para investigar o desarrollar conocimiento, mejorar métodos de detección y lograr ese equilibrio entre tecnología y participación humana.

Sí, los bots pueden ofrecer muchísimas ventajas en términos de eficiencia y automatización, pero es crucial estar atentos a los riesgos que presentan y trabajar activamente para mitigarlos, manteniendo así la integridad y confianza de la investigación en salud. Vale la pena atender este desafío.

(Dr. Juan Manuel Cisneros Carrasco, Médico Patólogo Clínico. Especialista en Medicina de Laboratorio y Medicina Transfusional, profesor de especialidad y promotor de la donación voluntaria de sangre)
 

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