Siempre que hay un cambio de sexenio llega un viento de esperanza, con la ilusión de que los siguientes años serán mejores.
Hace seis años teníamos la esperanza de que el país podría cambiar. Sobraron las promesas de institucionalidad, de respeto a los tres poderes, de combate a la corrupción y dar prioridad a los pobres. También existía la promesa de reducir la violencia a través de un cambio en los problemas de la base social de jóvenes y adultos mayores.
Cuando López Obrador decidió destruir el aeropuerto de Texcoco todo cambió. La esperanza vino a menos, el crecimiento se estancó en 2019 y no lo hemos recuperado por la pandemia y, por qué no decirlo, la división generada desde Palacio.
Claudia Sheinbaum también genera esperanza. Primero la de unirnos, la de ser presidenta de todos los mexicanos y la de encaminar al país de nueva cuenta al crecimiento, sin el cual no habrá futuro. Los especialistas dicen que las finanzas públicas están comprometidas, que el déficit fiscal del 6% no es sostenible y que no será ella quien gobierne sino AMLO. Soñemos que no será así.
Por el gabinete que integró la doctora Sheinbaum, podemos creer en una mayor capacidad de comprender la realidad nacional y global. Un ejemplo de ello fue la presencia de Marcelo Ebrard en la feria del calzado SAPICA. Los empresarios que convivieron con él quedaron impresionados de la capacidad y conocimientos del ex canciller. México vive hoy del comercio internacional, del T-MEC, de la inversión extranjera. Ebrard deberá ser una buena influencia para la presidenta desde la Secretaría de Economía.
Juan Ramón de la Fuente es otro funcionario de primer nivel. Tuvo una buena actuación como secretario de Salud en tiempos de Ernesto Zedillo, luego domó la UNAM cuando fue su rector. Es un hombre respetado. En la representación de México ante la ONU tuvo una posición firme en contra de Rusia por la invasión de Ucrania y actuó muy bien cuando el país estuvo en el Consejo de Seguridad. Su consejo será indispensable para llevar la mejor relación posible con EEUU y desprendernos de la cercanía con las dictaduras latinoamericanas. Tendrá que lidiar con Maduro y el conflicto con Ecuador. La caída de Miguel Díaz-Canel seguirá a la de Maduro. Pero lo importante es nuestra frontera norte. Si queremos prosperar no hay de otra que seguir abiertos al mundo, aprovechar nuestra posición estratégica y atraer toda la inversión extranjera que podamos.
Por fortuna la presidenta entiende de números y escuchará a Rogelio Ramírez de la O. Uno de los mejores funcionarios del actual sexenio. La decisión de su permanencia fue buena para los mercados.
El primer tema grave del arranque será el del Poder Judicial. Si Morena se empeña en legislar para engullir ese Poder, creará una desestabilización política sin precedentes. Por lo que vemos los ministros, magistrados, jueces y funcionarios no están dispuestos a entregarse sin dar una buena lucha. La presidenta está entre la espada y la pared. Si le da gusto a AMLO, tendrá un grave conflicto. La solución está en lo impensable. Que gobierne desde el primero de septiembre, no de octubre, que convenza a su partido de tomarse las cosas en calma para, entonces sí, llegado el primero de octubre, replantear una reforma racional al Poder Judicial sin quitarle independencia y seguridad jurídica al ciudadano. Faltan dos semanas para verlo.